Medía casi 1.90, era fornido, bebía y cuando hablaba se hacia escuchar. Un día estando ebrio, agredió a mi madre y amenazó con quemar la casa. Esta es una de las tantas historias y experiencias propias que tuve con compañeros de casa e inquilinos en Londres. En este post te cuento lo que pasó.
Los factores
Compartir un espacio en Londres es un poco complicado, debido a varios factores como la multiculturalidad, los altos costes de las rentas y la arquitectura de las casas. Sin embargo, en buenas condiciones y con respeto mutuo nada puede salir mal, ¿o sí?. Eso es lo que yo esperaba de Rómulo (pseudónimo) y su esposa cuando se mudaron a mi casa.
El periodo de amor y paz
Mi madre y yo vivíamos en un casa en el sur de Londres. Teníamos una habitación extra en el segundo piso que queríamos compartir para ayudarnos con los gastos. Escogimos a Rómulo y su esposa porque nuestra primera impresión al conocerlos fue positiva, se veían agradables y muy educados. Estaban recién llegados y necesitaban un poco de ayuda para establecerse, aunque Rómulo ya había conseguido trabajo no dudamos en brindarles nuestro apoyo.
Las primeras semanas fueron normales, ambos se notaban entusiasmados; las cosas parecían estar bien en el trabajo y por otra parte mi madre y yo procurábamos hacerles sentir cómodos. Sin embargo, la felicidad comenzó a desvanecerse cuando dejaron de pagar el alquiler.
Algo anda mal…
Rómulo se había accidentado una pierna y por un tiempo estaba impedido de caminar. Al conocer su situación, intentamos ser comprensibles y tolerantes aunque nuestro dinero y paciencia se estaban acabando. Un día, tocando su puerta y en un tono amigable le dije: “Rómulo, ya son más de 2 semanas que no pagas, no nos has dicho nada, ni siquiera nos has pedido disculpas o al menos dado £10 para demostrar tus buenas intenciones”, Rómulo respondió: “No te voy a pagar, no se me da la gana”. Estaba bebiendo. Pasó un par de días. El ambiente en la casa se había vuelto tóxico y tenso, mi madre no podía callarse y no hallaba la forma sutil de decirles las cosas, ella era más directa. Los intercambios de gritos, las subidas de las escaleras que al pisarlas chirriaban y parecían que se iban a romper, las paredes que vibraban cuando las puertas se cerraban. Lo peor de todo era llegar a casa estresado y lidiar con mis propios problemas y los suyos.
¿Es un pirómano o qué?
Llegando un tarde del trabajo, encontré a mi madre asustada y muy disgustada.”Me ha insultado y me ha dicho que va a quemar la casa”. Traté de calmarla y no reaccionar. No sabía que hacer exactamente al respecto porque el hombre estaba afuera ebrio y gritando. Solo sabía que la situación se estaba saliendo de control y que la Policía debía intervenir. Saqué mi teléfono para grabar algunas cosas que decía para luego usarlas en la denuncia. Encerrados en la habitación de mi madre, esperamos a la Policía y cuando vino se lo llevaron esposado. Al día siguiente estaba libre. Mi madre al enterarse, se puso muy ansiosa pensando que la iba golpear o quemar la casa en cualquier momento, así que tuvimos que ir a la estación de Policías a hacer una denuncia formal y pedir que restrinjan su presencia porque no sabíamos de lo que era capaz. No dormimos tranquilos hasta que la pareja dejó la casa y cuando se fueron, no nos alegramos, estábamos muy afectados emocionalmente.
Y ahora esto…
Dejaron la habitación sucia, con la puerta del armario rota, pero eso era lo de menos, lo importante es que nunca más iban a volver. Personas como Rómulo son una excepción, es verdad que convivir tiene su doble filo, pero la otra verdad es que hay gente muy buena y muy honesta en Londres. En otras ocasiones, conocimos no solamente gente loca, sino también gente muy recíproca y respetuosa que jamás vamos a olvidar.
Rómulo tenía una orden policial para no acercarse a la casa así que su esposa tenía que empacar y llevar todo al otro extremo de la ciudad. Tenían bastantes cosas así que me ofrecí a ayudarla en plan de darle una lección. En el trayecto a su nueva casa, le mencioné algo a cerca de las agresiones a mi madre y su comportamiento, pero ella no lo consideraba tan serio, al contrario se sentía la víctima. Consumido de rabia, no podía esperar a llegar. Cuando llegamos, desempacamos las cosas pero me di cuenta que su apartamento no tenía ascensor. Con la ayuda de unos amigos, subimos tres pisos cargando cosas ajenas, pero yo no solo cargaba sus cosas, cargaba indignación dentro de mí por su actitud, aunque no quería vengarme. Al terminar, dijo gracias, pero un “perdona” hubiera sido mejor. Quería demostrarle que es mejor ser estúpido y honrado que ser un ladrón astuto viviendo con la conciencia intranquila.
Algunas veces los problemas son ineludibles y las personas impredecibles. Que las malas experiencias nos ayuden a crecer y tomar mejores decisiones en el futuro.
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